jueves, 15 de diciembre de 2011

La Unción del Espíritu Santo

El pueblo evangélico chileno, se caracterizó por casi un siglo, por mantener una búsqueda del poder carismático. Evidencias de vidas ungidas por Dios existen miles en el transcurso del tiempo. Los primeros efluvios del avivamiento en Chile, ocurrieron bajo el liderazgo del misionero Metodista Willis C. Hoover. Este misionero, era un médico licenciado proveniente de Chicago que había presentado una solicitud al departamento misionero para ser enviado al continente africano. Finalmente, Hoover fue designado a Suramérica, a Chile.

Al transcurrir algunos años, Hoover llegó a ser Superintendente del distrito nacional. El laborioso misionero, pronto llegó a tener una membrecía de seis mil personas. Durante siete años, estuvo a cargo de las iglesias en su proceso de crecimiento, al mismo tiempo que permanecía en oración por un gran avivamiento. Este movimiento del Espíritu Santo, ponía énfasis en la entera santificación, concepto que invadió a las congregaciones metodistas de Chile.

En 1905, el pastor Hoover, tuvo noticias de un gran avivamiento en la India, conducido por Pandita Rama Bay, una dinámica maestra anglicana, de origen hindú. En la India, había surgido un floreciente avivamiento entre los estudiantes de Pandita. Entre ellos, se experimentaron trances, visiones, sueños, profecías y hablaban en lenguas. Hoover, fue cautivado por las noticias de lo que ocurría en aquel lugar. Poco tiempo después, un miembro de la Primera Iglesia Metodista de Valparaíso, la cual era pastoreada por Hoover, tuvo una visión de Jesús, lo que llegó a transformar el paisaje espiritual de la nación.

En la visión, Cristo le decía: “Ve donde tu pastor y dile que reúna a la gente más espiritual de la iglesia. Ellos deberán reunirse, y orar juntos todos los días. Deseo bautizarlos con lenguas de fuego”. Como resultado de las reuniones, se inició en la iglesia de Hoover un histórico avivamiento. Al poco tiempo, el fuego espiritual se propagó hasta Santiago, en donde otras iglesias recibieron el fuego de Pentecostés.

Estos acontecimientos, fueron descritos de la siguiente forma: “Era una escena sorprendente nunca antes vista en Chile, los hermanos se sintieron movidos a danzar, tuvieron visiones espirituales, hablaron en idiomas desconocidos, y profetizaron acerca de este avivamiento. El Espíritu Santo los llevó a las calles. Las autoridades los llevaron detenidos, sin embargo, ellos continuaron danzando en los cuarteles. Fuimos perseguidos por todos; se nos expulsó de los templos metodistas porque sus pastores no quisieron aceptar las manifestaciones espirituales. Nos trataron como si estuviésemos locos”.

El movimiento de renovación pentecostal, creció rápidamente en las iglesias metodistas. En la congregación que dirigía Hoover, la asistencia creció en forma explosiva al descender el Espíritu Santo. La asistencia a la escuela dominical, creció de 360 personas, a más de 530. En las reuniones nocturnas, había alrededor de mil personas, donde se manifestaban los dones del Espíritu. Cuando el poder de Dios descendía sobre la congregación, no era extraño ver centenares de creyentes llenos del Espíritu Santo, danzando y experimentando sanidad divina y milagros.

El avivamiento pentecostal en Chile, desde 1909, es uno de los de mayor crecimiento en la historia de los tiempos modernos. Existen más de un millón y medio de evangélicos en el país (al año 2000), de los cuales, la mayoría de ellos son pentecostales. La Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, dirigida por el obispo Javier Vásquez Valencia, asegura tener más de 700 mil miembros en toda la nación. Con una catedral en Santiago, con capacidad aproximada de quince mil personas.

La fantástica obra del Espíritu Santo en el hombre, puede ser entendida de una mejor forma al analizar cada uno de los pasos que nos revela la Biblia. Encontramos en nuestro viaje teológico, diversos eventos tales como: convicción, regeneración o nuevo nacimiento, la morada del Espíritu en el creyente, la santificación y el revestimiento de poder.

La convicción, es cuando el Espíritu Santo, convence al hombre que es pecador y que necesita de Jesucristo como su salvador, esta es una operación interna del Espíritu en el hombre, y provoca el arrepentimiento, que es el primer paso a la salvación. Es por la convicción ministrada por el Espíritu, en el corazón del oyente, que el mensaje evangelístico surte efecto.

“Y cuando el Espíritu Santo venga convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuánto no creen en mí, de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” Jn. 16:8-11.

Hoy, como en el primer siglo, millones de corazones están siendo redargüidos por el mensaje del evangelio. Es impresionante el avance de las Buenas Nuevas en el mundo, el mensaje es impelido por labios de hombres santos, que rescatan las almas del infierno por la interacción del Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios, es quien regenera o produce el Nuevo Nacimiento en las personas Jn. 3:5-8; 1 Jn. 5:1. La vida espiritual comienza, cuando el hombre toma profunda conciencia que es un pecador, y que no puede salvarse a sí mismo (por sus propios medios); además de entender, y creer que es Jesús el “único” que lo puede salvar. Entonces al aceptar a Cristo y proclamarlo como Salvador personal, viene el Espíritu Santo y lo regenera, haciéndolo nacer de nuevo (nacer a la vida espiritual). Vivificando de esta forma su naturaleza espiritual. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” 1 Jn. 5:1a.

Una poderosa enseñanza sobre esto, es lo acontecido a Nicodemo. Nicodemo era uno de los principales líderes de la secta de los fariseos y miembro del Sanedrín. Al no hallar la verdad ni la satisfacción en su vida religiosa, se acercó a Jesús de noche para preguntarle que debía hacer para alcanzar la salvación. La respuesta del Maestro fue: “Es necesario que nazcas de nuevo”. Nicodemo, trató que se le admitiera en el reino de Dios por guardar la ley y sus ritos. Pero todos aquellos años de minucioso esfuerzo, procurando cumplir todas las reglas de su legalismo religioso, se desmoronan en un instante.

Nuevamente, Nicodemo rompe su silencio con otra interrogante: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?”. El anciano, no acababa de comprender los misterios espirituales, porque no había nacido a la vida espiritual verdaderamente. Jesús respondió aquella pregunta, explicándole claramente el principio del nuevo nacimiento: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Te es necesario nacer de nuevo” Jn.: 3:5-7.

Jesús, enseña que el individuo no puede alcanzar su salvación, por sus propios esfuerzos. Ni la moral ni la ética, puede lograr la salvación del hombre. Más bien, la salvación se efectúa cuando Dios produce el nuevo nacimiento en el corazón de la persona. La salvación significa que una persona nace de nuevo por intermedio del Espíritu Santo, y es heredero de la vida eterna. Esencialmente, el creyente se convierte en un ser espiritual destinado a la vida eterna. La salvación sólo es posible porque es un don de Dios. Mediante ese don divino, nos convertimos en participantes de la naturaleza divina 2° Pedro 1:4.

“La regeneración es más que una doctrina, es una experiencia espiritual práctica. Es un acto glorioso del poder de Dios para transformar la naturaleza pecaminosa del hombre, y hacerlo nacer a la vida y naturaleza de Dios”.

Tras el glorioso nuevo nacimiento, el Espíritu Santo viene a hacer morada en el cristiano. Como un sello de propiedad, que nos da la seguridad de ser “hijos de Dios”. Nuestro cuerpo se convierte en un templo vivo, para la permanencia del Espíritu. 1° Co 6:19; 2 Ti. 1:14. “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce, pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes, y estará en ustedes” Jn. 14:17.

“Pero ustedes no viven según la carne, sino según el Espíritu si es que el Espíritu de Dios mora en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo no es de él”. Ro. 8:9. (Traducción del autor).

La maravillosa influencia del Espíritu Santo es progresiva, comenzando desde el interior del creyente hacia su exterior, cambiando la forma de pensar de las personas, de sentir y actuar. Nos perfecciona y unge gradualmente, eliminando la vieja forma de vivir. Afinando aún los pequeños detalles de nuestra vida. En este proceso de Santificación, es donde se desarrolla el fruto del Espíritu, y se forja el verdadero y poderoso carácter cristiano.

El Espíritu Santo, nos otorga su llenura ó unción de Poder. Por lo tanto, es necesario que el cristiano se sumerja en el profundo manantial del Espíritu Santo. Desde los días del profeta Joel, surge la promesa de un glorioso derramamiento general del Espíritu, el que comenzó a cumplirse fielmente en el día de Pentecostés. Reunidos en el aposento alto, estaban los ciento veinte discípulos, unánimes, orando y esperando el precioso don de Cristo, su Espíritu. La unción no se hizo esperar más, y cayó sobre ellos como un bautismo de “fuego y poder” el que transformó radicalmente sus vidas. Entonces los discípulos se convirtieron en poderosos testigos que proclamaban las maravillas de Dios. Hch. 2:1-21.

“Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días” Hch. 1:5 (traducción del autor).

Notemos la exactitud de esta promesa, que vemos cumplida en Hch. 2:3-4. Lenguas de fuego (fuego espiritual) se asentaban sobre cada creyente, siendo bautizados y llenos del Espíritu Santo. Tras esto en la ciudad de Samaria, Pedro y Juan, imponían las manos a los nuevos creyentes para que también recibieran el Espíritu divino. “Cuando los apóstoles estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y Juan; Los cuales, una vez llegados, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” Hch. 8:14-17.

Conocemos bien el episodio ocurrido en la casa del centurión romano Cornelio, perteneciente a la compañía “la Italiana”. Mientras el apóstol Pedro daba testimonio de Cristo, el Espíritu Santo cayó sobre todos los oyentes y hablaron en lenguas y magnificaban a Dios. Acontecimiento que abría ampliamente la obra y manifestación espiritual entre los gentiles, siendo un claro inicio de la evangelización universal Hch. 10:44-48. También en el capítulo diecinueve del libro de los Hechos, podemos ver al apóstol Pablo en acción, predicando a los discípulos de Éfeso acerca del recibimiento del Espíritu. Tras esto les impuso las manos y recibiendo ellos el bautismo en el Espíritu, comenzaron a hablar en lenguas, y aún profetizaban.

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” Hch. 19:1-6.

Estos son solo algunos de los muchos episodios, en que se derramó el Espíritu sobre la naciente Iglesia. Hombres y mujeres, fueron capacitados con el fuego de Dios, para predicar con valor, sabiduría y poder la verdad del evangelio. Como nunca antes, la fe en el Señor crecía y se multiplicaba en los hombres que reconocían sus pecados, y abrazaban a Cristo como su Salvador.

Los milagros y sanidades, se transformaron en hechos comunes y diarios en la vida de la Iglesia primitiva. Esto no nos extraña, pues los apóstoles y discípulos eran guiados por el Espíritu Santo en la expansión del Reino. Mientras los escritores sagrados, escribían los evangelios, y los apóstoles anunciaban a viva voz las doctrinas más esenciales de la fe cristiana. Impelidos por el Espíritu, Pablo, Bernabé, Lucas, Juan Marcos y otros, emprendieron la proclamación de las Buenas Nuevas por todo el Oriente. La historia de la Iglesia registra, que alrededor del año 350 dC. Cerca del cincuenta por ciento de la población del Imperio Romano, se había convertido al Cristianismo.

No cabe duda que si hoy seguimos este ejemplo, seremos capacitados por Dios para alcanzar a la humanidad de nuestro tiempo. Podemos dejar un legado de bendición y conquista, a las generaciones que nos continúen. Así como no es posible la salvación y expiación de pecados, sin la muerte de Cristo en la cruz, tampoco es posible construir una Iglesia saludable y fuerte, sin la presencia y dependencia del Espíritu.

Un maravilloso ejemplo de avivamiento, ocurrido en los Estados Unidos en los inicios del siglo veinte, aconteció cuando Dios escogió a un modesto pastor de color, en el cual derramó su gloria y poder. Este siervo llamado William J. Seymour, asistió en 1905, a la Escuela Bíblica de Houston, donde aprendió sobre el bautismo del Espíritu Santo. Seymour, fue instruido con respecto a la manifestación bíblica de hablar en lenguas, como evidencia del bautismo espiritual, después de recibir una invitación, para predicar en una iglesia de santidad para afro americanos en los Ángeles, California. En 1906, condujo lo que llegó a ser una de las reuniones de avivamiento del Espíritu, más importantes de la historia de la iglesia. El famoso avivamiento de la calle Azuza, entre 1906 y 1909, convenció a miles de cristianos a través del mundo que el tan esperado derramamiento del Espíritu había llegado.

A través de reportajes en los diarios, artículos en los períodos religiosos, cultos de avivamiento, y el testimonio de muchos visitantes, se expandió por todo el mundo la noticia de este mover espiritual. Todas estas señales y milagros, serían una prueba positiva del inminente retorno del Salvador. Los primeros reportajes de las reuniones de la calle Azuza fueron sensacionales. Aun cuando la prensa secular, tendía a ridiculizar las reuniones, lo acontecido en aquel lugar, llamaba la atención de muchos hombres piadosos. La prensa eclesiástica, fue más favorable. La persona clave para la difusión de estas noticias, fue el evangelista Frank Bartleman. Fue por medio de él, que la gente del movimiento de santidad, tanto de la línea de Keswick como de la Wesleyana, recibieron noticias de lo acontecido en la ciudad de los Ángeles. Este fue uno de los informes de Bartleman:

Los demonios son expulsados, los enfermos son sanados, muchos son gloriosamente salvados, restaurados, y bautizados con el Espíritu Santo y con poder. Se están formando héroes, pues los débiles son hechos fuertes en el Señor. El corazón de los hombres está siendo escudriñado como un candil encendido. Es un tremendo tiempo de escrutinio, no solamente de las acciones, sino también de los motivos internos y secretos. Nada puede escapar al ojo penetrante de Dios. Se exalta a Jesús, se magnifica la “sangre”, y se honra una vez más al Espíritu Santo. Hay mucha manifestación del poder, que hace que la gente caiga al suelo. Hombres fuertes permanecen horas bajo el maravilloso poder de Dios, luego de haber caído al piso como pasto cortado. El avivamiento será sin duda, de alcance mundial”.

Todos los que escucharon lo que estaba sucediendo en aquella modesta iglesia de la calle Azuza, se preguntaron si este era el gran derramamiento de la lluvia tardía, o no. Había centenares, y aun millares de buscadores que acudieron desde todas partes de Estados Unidos y Europa para experimentar su Pentecostés personal. El hecho que la mayoría de estas personas eran creyentes serios, bien equilibrados y a menudo bien educados, y que recibieron el bautismo del Espíritu Santo, contribuyó al rápido éxito mundial del movimiento.

Thomas Ball Barratt, llamado el “apóstol del Pentecostés” de la Europa occidental. Este era un ministro metodista santificado, quien, a inicios de este siglo se encontraba en Noruega en calidad de pastor. En 1906, hizo una visita a los Estados Unidos con el propósito de levantar fondos para una misión en la ciudad de Oslo. Mientras se encontraba en Nueva York, el pastor Barratt tuvo noticias del avivamiento en la calle Azuza. De inmediato, lo reconoció como el derramamiento de la lluvia tardía tan largamente esperado.

De manera muy similar, a muchos otros en aquel tiempo, Barratt pensó que le sería necesario viajar hasta los Ángeles para ser bautizado en el Espíritu Santo. Mientras esperaba salir a los Ángeles, Barratt, decidió orar por la experiencia pentecostal en Nueva York. Llegó a orar hasta doce horas diarias, y así fue como recibió el bautismo en octubre de 1906. El pastor recuerda su experiencia con estas palabras: “Fui lleno de luz y de poder tal que comencé a gritar lo más fuerte que podía en un idioma extranjero. Debo haber hablado siete u ocho idiomas, a juzgar por los varios sonidos y formas de lenguaje que utilicé... el momento más maravilloso fue cuando prorrumpí en un hermoso solo de barítono, haciendo uso de uno de los más puros y deliciosos idiomas que yo jamás haya oído”.

El reverendo Barratt, regresó a Oslo en diciembre de 1906. En aquella ciudad arrendó un gimnasio con capacidad para dos mil personas, y celebró allí las primeras reuniones pentecostales que se tenga noticia en Europa. Barratt, comenta las reuniones, diciendo: “Asiste a las reuniones, personas de todas las denominaciones. Muchos han recibido su propio Pentecostés y están hablando en lenguas... Muchos otros buscan salvación, y hay creyentes que están siendo gloriosamente salvados. Miles acuden en busca de un corazón limpio. La gente que ha asistido a las reuniones está llevando consigo el fuego a los pueblos vecinos”.

Transcurrido algún tiempo, Thomas Barratt, fue establecido como el profeta del pentecostalismo en Europa. Ministros provenientes de Inglaterra, Suecia, y Alemania lo visitaban y recibían su propio bautismo en el Espíritu Santo. Estos pastores regresaron a sus países de origen para propagar el fuego, y establecieron enormes movimientos de avivamiento en cada uno de estos países.

Una de las experiencias más maravillosas en la vida del hombre de Dios, es la llenura del Espíritu. En dicha operación somos fortalecidos con nuevo vigor y poder espiritual. “No os embriaguéis con vino en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Ef. 5:18.

Cuanto más estrecha es la comunión que tengamos con Cristo, por medio de una vida de santidad, mayor y más continua será la experiencia de la llenura. Es preciso una renunciación diaria a la vida carnal y mundana, y tener un profundo apego a las cosas espirituales. La Palabra de Dios nos enseña a despojarnos de todo pecado, y ser fieles hasta lograr la meta. “Por tanto, nosotros también, teniendo alrededor nuestro, tan gran nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” He. 12:1.

El hombre que Dios busca, pueda vivir una vida “plena” en el Espíritu, al experimentar la “llenura fresca del Espíritu” diariamente. La llenura del Espíritu viene sólo por la santificación, mediante la consagración personal. Si Cristo es nuestro Salvador entonces debemos también adorarle con profundo amor, manteniendo una vida de oración, y de estudio personal de las Sagradas Escrituras.

Sabemos que Cristo rogó al Padre, para que fuese enviado a nosotros el Espíritu Santo. El Espíritu nos reviste de poder, y nos ayuda orando con gemidos indecibles. Es importante resaltar que la labor del Espíritu es invisible, y que se manifiesta también en los asuntos visibles; lo maravilloso es que aún siendo tan grande y poderoso, no nos pide que le adoremos directamente, más bien nos ayuda a adorar a quien le envío, a Jesucristo. Porque una de sus funciones es glorificar a Cristo, y conducir a la iglesia al Salvador.

Kathryn Kuhlman, nacida en Missouri, Estados Unidos, desarrolló un poderoso ministerio de sanidad y milagros. Kathryn, anunció el mensaje del evangelio con gran pasión, recorriendo muchas ciudades, entregando un mensaje de salvación y del poder del Espíritu Santo. La señorita Kuhlman, ha sido tal vez la mujer más usada por Dios en el siglo veinte, predicando por radio y televisión a más de cien millones de personas. Su ministerio estuvo caracterizado especialmente por la llenura del Espíritu y las sanidades. Dios la levantó cual Elías contemporáneo, para impactar a un mundo que olvida rápidamente la bondad y el poder divinos.

Cuenta Kathryn, que al regresar del almuerzo a su oficina en Pittsburg se encuentra con tres pastores presbiterianos. Entre ellos venía un importante profesor de teología, que deseaba conocerla. En aquel lugar se realiza la siguiente conversación:

- Señorita Kuhlman, aunque soy profesor de teología, hay mucho que no sé con respecto al ministerio del Espíritu Santo. Particularmente el hecho que la gente se desmaya.

- ¡Ah, no! – Le respondí riéndome - No se desmayan. Simplemente caen bajo el poder de Dios.

- Tal vez nunca la vuelva a ver. ¿Le gustaría hacer una breve oración por mí?

Cuando di un paso hacia él para orar, las piernas se le doblaron y cayó de espaldas al piso. Ni siquiera había comenzado la oración: “Querido Jesús”, cuando de pronto el profesor estaba de espaldas sobre la alfombra. Aquello era como si todo el lugar estuviera lleno de la gloria de Dios.

Al mover la cabeza, miré hacia abajo, mientras los dos pastores estaban de rodillas junto a él. Las secretarias, que estaban en sus máquinas de escribir, detuvieron su trabajo. Levanté la mirada y me di cuenta que los rostros de ellas estaban cubiertos de lágrimas. Una luz maravillosa llenaba el salón.

Al tratar de incorporarse el pastor decía: ¡Vaya! vez tras vez, mientras tambaleaba como ebrio. Su rostro aun cubierto de luz. Dios está vivo. Él es real, y la llenura de su Espíritu también. Dios es la misma esencia del poder. El hombre a menudo trata de imaginar a Dios a su propia imagen, tamaño y fuerza. Pero Dios es más, mucho más. Cuando lo vemos moverse, y lo sentimos derramarse abundantemente en nosotros, simplemente no podemos quedarnos de pie.

Las Sagradas Escrituras nos revelan como el supremo “Ungido” a Jesucristo, no por casualidad el título “Mesías”, significa ungido Jn. 1:41. “...Dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su Ungido” 1 S. 2:10

El profeta Isaías, revela el “corazón del evangelio”, y el propósito máximo de la venida del “Ungido de Dios”, Jesucristo, con estas palabras: “El Espíritu del Santo está sobre mí, porque me ha ungido Jehová, para llevar buenas nuevas a los pobres, para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; Para proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de la venganza del Dios nuestro, para consolar a los que lloran; Para ordenar que a los afligidos de Sión se les dé diadema en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alabanza en lugar de espíritu abatido; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya”. Is. 61:1-3 (R. V. Rev. 1977, Clie.).

La unción, es tanto la comisión de un ministerio, o labor específica, como la gracia divina para que el creyente lo realice con éxito”. El hombre de fe, no vacilará en buscar la plenitud del poder y la presencia del Espíritu, con el fin de llevar a cabo el ministerio de la reconciliación Ef. 2:11-16. “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” Hch. 10:38.

La importancia de la unción, se demuestra de muchas formas, pero el salmista, logra exponerlo de una manera formidable, hablando en términos mesiánicos:

Hallé a David mi siervo; lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará siempre con él, mi brazo también lo fortalecerá. No lo sorprenderá el enemigo, ni hijo de iniquidad lo quebrantará; si no, que quebrantaré delante de él a sus enemigos, y heriré a los que le aborrecen. Mi verdad y mi misericordia estarán con él, y en mi nombre será exaltado su poder. Asimismo pondré su mano sobre el mar, y sobre los ríos su diestra. Él me clamará: Mi padre eres tú, mi Dios, y la roca de mi salvación.

Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia, y mi pacto será firme con él. Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los días de los cielos” Sal. 89:20-29.

La morada del Espíritu Santo en el nuevo creyente, la santificación, el bautismo, la llenura en el Espíritu, y los dones espirituales, son eslabones de la maravillosa cadena del crecimiento espiritual del cristiano. El hombre de Fuego que Dios busca, se esforzará por recibir todo el potencial espiritual que Dios nos ha proporcionado, y que está dispuesto para cada uno de nosotros.

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